Los menores, a través de las relaciones que establecen en los centros escolares, adquieren experiencias que están estrechamente relacionadas con su desarrollo social, emocional y cognitivo. Si partimos de esta afirmación, resulta absolutamente normal que la violencia que se genera en este ambiente se haya convertido en una preocupación de relevancia, no ya solo para la comunidad educativa, sino para la sociedad.
Cabe resaltar en este punto, que este tipo de sucesos que ocurren dentro de los centros educativos, así como tantos otros, no son más que una representación de todo lo que sucede en la vida fuera del centro y de ahi la importancia de una educación coordinada entre hogar y escuela.

La red y la tecnología son recursos que fomentan la participación, la educación, el acceso a la información, la creatividad, el ocio y el juego, la comunicación o la libre expresión. Sin embargo, entre los riesgos a los que están expuestos los más pequeños cuando las usan encontramos aquellos relacionados con derechos fundamentales como; la libertad, la dignidad, la intimidad o el derecho a ser protegidos contra la violencia.
Observar cambios en los modelos de conducta de los menores cuando actúan dentro y fuera de la red, educar en inteligencia emocional, promover vivencias saludables y equilibradas o generar un ambiente abierto al diálogo, pueden ser herramientas que sirvan para protegerse de esta forma de agresión.
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